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'Cocaine cowboys': El relato de cómo Miami alcanzó la prosperidad gracias a la cocaína

En 2006 Billy Corben analizó al detalle cómo el tráfico de cocaína cambió Miami. En los 80, en la época en la que más cocaína entró, los comercios no dejaron de crecer ni el resto de la actividad económica. La zona no notó la recesión. Aparecieron sucursales bancarias por todas partes, ingresaban más billetes en la Reserva Federal que todos los bancos del resto del país porque no tenían donde guardarlos físicamente. El horizonte de la ciudad se cubrió de grúas, no se paraba de construir

6/07/2019 - 

VALÈNCIA. Esta semana ha habido dos noticias relacionadas con la cocaína. Una chusca, cuando a un sargento de la comitiva de Bolsonaro le ha sido incautada una maleta con 39 kilos de cocaína, y otra no poco conocida: en España se produce la entrada de la mayor parte de cocaína que se consume en Europa según el World Drug Report 2019 de las Naciones Unidas. Pasan los años, pero no el papel de Miami europea de España. 

Tímidamente, ha habido producciones audiovisuales que han analizado el fenómeno, como la serie Fariña derivada del libro de Nacho Carretero. Pero se echa en falta un documental como el clásico Cocaine Cowboys de Billy Corben. Esta película, que contaba con fuentes primarias -el testimonio de los primeros narcotraficantes de Florida- era mejor que muchas de las muy celebradas películas y series sobre aquel momento y aquel lugar. 

Con música de sintetizadores de Jan Hammer, el documental tenía una atmósfera idéntica a la que evocaba la serie Miami Vice. Las historias que contaba y los personajes que aparecían eran la versión real, documentada y explicada de los hechos que inspiraron películas como El precio del poder. Sin embargo, donde la película ponía acción, violencia y conspiraciones mafiosas, este trabajo periodístico entraba en detalles menos llamativos, pero más relevantes, como por ejemplo el auge de la construcción.  

El eje conductor comenzaba con un neoyorquino, Jon Roberts, cuya extensa entrevista va relatando la historia de cómo la cocaína fue penetrando en Miami. Como tantos otros, Roberts había tenido que huir de Nueva York, donde gestionaba varios clubes, cuando la mafia italoamericana había cosido a tiros a su socio. Miami, en Florida, no solo era un retiro agradable, sino que también era una ciudad sin ley; "ciudad virgen", la denominaba él. Sin una policía detrás de todo lo que ocurriese ni redes mafiosas controlándolo todo. 

En aquel entonces, en el paso de los 60 a los 70, la Agencia Antidroga no tenía experiencia ninguna y la droga entraba en el país con total impunidad, ya fuese en barco o en avión. Roberts inició su negocio vendiendo a doctores, abogados, profesionales liberales que formaban parte del ejército de los llamados Weekend Warriors, gente que trabajaba entre semana de sol a sol, pero que de viernes a domingo se iba de fiesta y consumía y gastaba dinero a espuertas. 

Roberts, que había empezado con 26 años, distribuía por todo el país también. Tenía un socio en San Francisco que le vendía desde a los Grateful Dead hasta a los Oakland Raiders, el equipo de fútbol americano. Los deportistas se ponían "duro", pero luego jugaban sus partidos y los ganaban. Existía la sensación de que la sustancia era cara, pero inocua. Hasta ahí llegó la época dorada, que duró unos seis o siete años. Cuando Roberts, creciendo junto a su negocio, tuvo que acudir a Colombia a conocer personalmente a los Ochoa o a Pablo Escobar, con el general Noriega de por medio, como reconoce, la cosa tomó otro cariz. 

Sobre todo cuando el consumo pasó de las clases altas en lugares exclusivos a los trabajadores bluecollar. Los medios estadounidenses alertaron de que uno de cada diez trabajadores estaba puesto de coca en su puesto durante su jornada. Antes del crack, la gente empezó a preparar pasta base y se encerraban en pisos a fumarla. Así empezaron a llegar las muertes con un crecimiento exponencial. 

Lo mejor que hacía este documental era contar cómo afectaba el tráfico a la zona. Mientras había recesión en todo el mundo, allí los comercios no hacían más que crecer, sobre todo el mercado del lujo, no había Rolex suficientes para la demanda. Se vendían coches blindados, era complicado conseguir botes, Ferraris o Mercedes por la dilatada demanda. 

Abrían bares, discotecas, restaurantes, clubes de lujo, también sucursales bancarias. Y todo, claro, pagado en efectivo. Los bancos ingresaban en la Reserva Federal millones en billetes porque no tenían donde depositarlos. Más que todos los del resto del país. El horizonte de la ciudad, desde lejos, podía verse que estaba cubierto de grúas. No se paraba de construir. 

Pronto, Roberts pudo entrar en los círculos políticos y podría haber llegado lejos de no haberse apoderado la violencia del país. Los crímenes a tiros, ajustes de cuentas con ametralladoras, sucedían en cualquier rincón de la ciudad. Según un comisario entrevistado: "Parecía el viejo oeste". La aparición de "la furgoneta de la guerra",  un vehículo blindado que movía rápidamente a los sicarios por la ciudad, fue el punto de inflexión. 

Sin embargo, no fue fácil acometer al crimen. Hubo unos años de parálisis por falta de hombres y recursos de las instancias federales para hacer frente al desafío, tuvieron que hacerse reclutamientos masivos de policías. Los requisitos se redujeron al mínimo. Tanto que, como afirma una entrevistada,  "los contrataban si no consumían en ese momento". A todo el problema hubo que añadir la corrupción policial. Hubo clases enteras de la Academia de Policía que acabaron o en la cárcel o muertos. Mientras tanto, en la calle, empezaba a aparecer gente despedazada. 

En un tercer tercio, la casquería alcanza cotas de hilaridad, sobre todo cuando se glosan las hazañas de Griselda Blanco, la Reina de la cocaína. Pero pronto vuelve lo realmente interesante. La industria audiovisual se situó en la ciudad con la serie Miami Vice y la aludida El precio del poder de Al Pacino. Otro fenómeno que se vio atraído por la circulación desmadrada de dinero fue el de la industria europea de la moda. Corben cuenta que detrás de las modelos, llegaron los ricos para cortejarlas. El documental es de 2006, pero cuando se trata ese apartado, el primero que aparece de fiesta es Donald Trump. De un lugar de vacaciones para jubilados, se acabó erigiendo uno de los lugares más prósperos del mundo, pero la conclusión de una de las fuentes es palmaria y demoledora: "Podríamos haber crecido sin que hubiera muerto tanta gente". 

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